Resultados
El ejercicio colaborativo permitió identificar y discutir retos clave en salud pública, con base en los retos regionales, los cuales se organizaron en cuatro dimensiones que reflejan la complejidad de los territorios y sus determinantes: 1) salud pública transformadora y reflexiones críticas; 2) dimensión territorial y gobernanza; 3) participación, responsabilidad compartida y sostenibilidad de apuestas locales; y 4) determinantes sociales y problemáticas estructurales.
Salud pública transformadora y reflexiones críticas
Se destacó la necesidad de repensar la salud pública en Colombia, superando una visión reducida y marginal. Se propuso reconceptualizarla como un campo político, estructural y transformador, en diálogo permanente con los territorios y con la vida cotidiana de las comunidades.
La propuesta de regionalización supera los límites político-administrativos departamentales, agrupando municipios con similitudes en sus dinámicas territoriales y socioeconómicas. Regiones como "Central-Cafetero" o "Llanos-Amazonas" ilustran cómo municipios de diferentes departamentos pueden compartir características geográficas, económicas y sociales, configurando unidades territoriales con identidad propia que facilitan el análisis y la gestión en salud pública.
Se señaló que la salud pública ha permanecido atrapada en un minimalismo histórico, limitada a intervenciones puntuales y a recursos insuficientes, lo que ha restringido su capacidad de incidir en problemas complejos. En este contexto, resulta clave revisar los aprendizajes y fracasos acumulados, en especial desde la Ley 100, con el fin de resignificar los aciertos y abrir paso a nuevas posibilidades.
Asimismo, se subrayó la importancia de superar dicotomías que fragmentan las respuestas en salud, como lo individual y lo colectivo, lo sectorial y lo intersectorial, y comprender los retos como fenómenos multidimensionales e interconectados.
Desde esta perspectiva, se propone orientar la reflexión hacia los desafíos en positivo: más que un inventario de carencias, construir espacios afirmativos que combinen derechos, equidad y cuidado de la vida.
Se insistió en que estas reflexiones deben traducirse en acciones concretas en los territorios, articuladas entre universidades, observatorios regionales, instituciones locales y organizaciones comunitarias. En esta visión, la salud pública transformadora no se limita a gestionar enfermedades, sino que reconoce la historia, valora la complejidad y apuesta por la acción colectiva como motor de cambio. Los participantes destacaron la necesidad de aprender de lo que no funcionó, abrirse a miradas diversas y reconstruir el sentido de lo público como espacio vivo de transformación.
Dimensión territorial y gobernanza
La reflexión sobre la relación entre territorio y salud pública puso en evidencia tensiones centrales. Una de las más relevantes fue el contraste entre las decisiones tomadas a nivel nacional y las realidades locales. Se advirtió sobre el riesgo de confundir descentralización con simple contextualización, cuando lo que realmente se requiere es una transferencia efectiva del poder de decisión hacia los territorios.
Desde esta perspectiva, los retos nacionales deben funcionar como plataformas que potencien las apuestas locales, y no como marcos que las sustituyan. Para lograrlo, el Informe 16 del ONS debe difundirse y nutrirse en los territorios, generando procesos de retroalimentación y apropiación comunitaria, más allá de un documento técnico.
Otro eje de análisis fue la complejidad de la gobernanza territorial, que no depende únicamente de la institucionalidad formal. En muchos contextos coexisten redes comunitarias, estructuras informales de poder y, en algunos casos, actores armados, lo que configura formas de gobernanza “sincréticas” que desafían la planificación, la distribución de recursos y el control de la corrupción.
También se cuestionó la fragilidad de la planificación pública cuando depende en exceso de la voluntad política del gobernante de turno, lo que favorece la fragmentación de procesos y prácticas clientelistas.
Se destacó que descentralizar la autoridad en salud va más allá de lo administrativo: implica reconocer saberes diversos, dar lugar a distintas formas de entender la salud y la enfermedad, y construir puentes entre sectores, disciplinas y comunidades.
En resumen, la gobernanza en salud pública aparece como un campo en disputa, donde convergen políticas centralizadas y voces locales que reclaman reconocimiento. El reto es avanzar hacia una gestión integradora basada en el territorio, que articule lo individual y lo colectivo, lo sectorial y lo intersectorial.
Participación, responsabilidad compartida y sostenibilidad de apuestas locales
Se destacó el papel de la participación y la corresponsabilidad como motores que sostienen y fortalecen las apuestas locales frente a los retos territoriales. La reflexión permitió identificar cuatro elementos centrales:
1. Las iniciativas comunitarias como patrimonio vivo. Los territorios no son únicamente escenarios de desigualdad, sino también de creatividad y resistencia. A lo largo de la historia, las comunidades han respondido a crisis de salud, agua o alimentación con propuestas propias, construidas desde lo local. Estas iniciativas, muchas veces invisibilizadas por la institucionalidad, constituyen un patrimonio que merece ser fortalecido.
2. El reto de la sostenibilidad. Aunque las apuestas locales muestran gran potencial, enfrentan barreras que amenazan su continuidad: escasez de recursos, conflictos, presencia de actores ilegales y falta de acompañamiento institucional. También surgen tensiones cuando no se alinean con la lógica de las entidades públicas. Adicionalmente, los participantes cuestionaron no solo la forma en que la institucionalidad recoge u omite, las voces de la ciudadanía, sino también cómo ciertas prácticas del régimen político limitan la participación real, reduciéndola a ejercicios formales que rara vez se traducen en decisiones vinculantes. En este mismo sentido, se señaló que la organización política y electoral tiende a debilitar la participación comunitaria sostenida, ya que muchas veces quienes acceden a cargos de elección popular dejan de fomentar espacios de diálogo y control ciudadano una vez consolidan su poder.
3. Vínculos frágiles entre comunidad y academia. La relación entre academia y comunidades suele estar marcada por proyectos de corto plazo que, al finalizar, dejan procesos inconclusos. Es necesario avanzar hacia programas estructurados y sostenidos que fortalezcan el acompañamiento comunitario.
4. La corresponsabilidad como condición de transformación. La sostenibilidad de las apuestas locales requiere responsabilidades compartidas entre Estado, instituciones, ciudadanía y academia. La comunidad debe ser reconocida no como receptora pasiva, sino como actor corresponsable con deberes y derechos.
La participación y la corresponsabilidad son pilares para transformar la energía territorial en políticas sostenidas y efectivas. Sin redes vivas, compromisos claros y comunidades fortalecidas, las apuestas locales corren el riesgo de fragmentarse o desaparecer. El reto consiste en que estas experiencias se conviertan en motores de cambio social y en referentes para políticas públicas en salud más justas y transformadoras.
Determinantes sociales y problemáticas estructurales
Se exploraron cinco dimensiones que condicionan directamente la salud y el bienestar en los territorios: las problemáticas estructurales y condiciones físicas del territorio, la salud mental contextualizada, la perspectiva interseccional de las desigualdades, el envejecimiento poblacional y la necesidad de impulsar el desarrollo económico. En conjunto, estos ejes recuerdan que la salud pública solo puede fortalecerse si reconoce la complejidad de los determinantes sociales que inciden en la vida cotidiana de las comunidades.
El territorio no es únicamente un entramado social y cultural, sino también una base física que condiciona la dignidad de la existencia. Acceso a agua potable, seguridad alimentaria, vivienda e infraestructura básica siguen siendo deudas históricas en muchas regiones, atravesadas por dinámicas de exclusión, corrupción y economías extractivas.
La salud mental refleja los efectos acumulados de la pobreza, la violencia y el conflicto. Superar enfoques reducidos a la patologización individual requiere promover estrategias colectivas y comunitarias que aborden el sufrimiento psíquico en estrecha relación con las condiciones materiales de la vida.
Los determinantes sociales no actúan de forma aislada: género, etnia, clase social, ciclo vital y territorio se entrecruzan, generando desigualdades múltiples que refuerzan la exclusión. Mantener una perspectiva interseccional es indispensable para que las políticas respondan a realidades diversas y complejas.
El envejecimiento acelerado de la población plantea retos crecientes para el sistema de salud. En muchos territorios, los adultos mayores enfrentan condiciones desiguales que limitan una vejez digna. Esto demanda políticas anticipadas e intersectoriales que fortalezcan la protección social y la capacidad de respuesta en salud.
Reducir las brechas en salud requiere superar la pobreza y garantizar empleo digno. Sin un desarrollo económico inclusivo, las desigualdades se reproducen y limitan el alcance de cualquier esfuerzo transformador.
En síntesis, la salud pública no puede pensarse de espaldas a las estructuras que sostienen o restringen la vida digna. Agua, alimento, vivienda, trabajo estable, envejecimiento protegido y reconocimiento de la diversidad social constituyen la base de transformaciones reales y sostenibles en salud.